Nuestra Declaración

Declaración de Fe

Creemos que sólo los 66 libros de la Biblia son la Palabra inspirada de Dios, y por lo tanto son la infalible Palabra de Dios. La Biblia es la autoridad final para todo lo que creemos y define como hemos de vivir (Mt. 5:18; Jn. 10:35, 17:17; 2 Ti. 3:16-17; 2 P. 1:20-21).

Creemos que Jesucristo es Dios encarnado, completamente Dios y completamente Hombre, que fue concebido y nacido de una virgen, vivió una vida sin pecado, y se ofreció a sí mismo como un sacrificio penal y sustituto por los pecadores. Por su sangre derramada en la Cruz, obtuvo para nosotros redención eterna, el perdón de pecados y vida eterna. Él fue levantado físicamente al tercer día y ascendió a la diestra del Padre para interceder por siempre por los santos (Mt. 1:18-25; Jn. 1:1-18; Ro. 8:34; 1 Co. 15:1-28; 2 Co. 5:21; Gá. 3:10-14; Ef. 1:7; Flp. 2:6-11; Col. 1:15-23; Heb. 7:25, 9:13-15, 10:19; 1 P. 2:21-25; 1 Jn. 2:1-2).

Creemos que la salvación es sólo por gracia, y sólo a través de la fe en Cristo. Ninguna ordenanza, ritual, obra u actividad es requerida o acepta para poder ser salvos. Esta gracia salvadora de Dios, también nos santifica al habilitarnos a través del Espíritu Santo para hacer aquello que es agradable a los ojos de Dios y así ser conformados progresivamente a la imagen de Cristo (Jn. 1:12-13, 6:37-44 y 10:25-30; Hch. 16:30-31; Ro. 3-4, 8:1-17, 31-39, 10:8-10; Ef. 2:8-10; Flp. 2:12-13; Tito 3:3-7; 1 Jn. 1:7, 9).

Creemos que el Señor Jesucristo bautiza a los creyentes en el Espíritu Santo, con quién somos sellados para el día de la redención. El Espíritu Santo regenera al cristiano y habita dentro de él para siempre, equipándole para vivir una vida de santidad y servicio. Posterior a la conversión, el Espíritu desea llenar a los creyentes y ungirlos con poder para ministrar y testificar. También creemos que las señales y los prodigios, así como todos los dones del Espíritu descritos en el Nuevo Testamento, operan actualmente y están diseñados para testificar de la presencia del Reino, y para edificar y llenar de poder a la iglesia con el fin de que cumpla su llamamiento y misión (Mt. 3:11; Jn. 1:12-13, 3:1-15; Hch. 4:29-30; Ro. 8:9, 12:3-8; 1 Co.12:12-13; 2 Co. 1:21-22; Gá. 3:1-5; Ef. 1:13-14, 5:18).

Creemos que el único Dios verdadero existe eternamente en tres personas—Padre, Hijo y Espíritu Santo—y que estos, siendo un solo Dios, son iguales en deidad, poder y gloria. Creemos que Dios, no solo creó el mundo, sino que también sostiene, gobierna y dirige providencialmente todo lo que existe y que Él va a traer todas las cosas a su consumación en Cristo Jesús para la gloria de su nombre (Sal. 104, 139; Mt. 10:29-31, 28:19; Hch. 17:24-28; 2 Co. 13:14; Ef. 1:9-12, 4:4-6; Col. 1:16-17; Heb. 1:1-3; Ap. 1:4-6).

Creemos que cuando los cristianos mueren pasan inmediatamente a la bendita presencia de Cristo, donde disfrutan de comunión consciente con el Salvador hasta el día de la resurrección y transformación gloriosa de sus cuerpos. Los salvos morarán para siempre en deleitosa comunión con su gran Dios trino. También creemos que cuando los incrédulos mueren son enviados al infierno, ahí esperan por el día del juicio cuando serán castigados en el lago de fuego con una separación eterna, consciente y tormentosa de la presencia de Dios (Mt. 25:46; Lc. 16:19-31; Jn. 5:25-29; 1 Co. 15:35-58; 2 Co. 5:1-10; Flp. 1:19-26, 3:20-21; 2 Ts. 1:5-10; Ap. 20:11-15, 21:1-22:15).

Creemos que el bautismo en agua y la Cena del Señor son las dos ordenanzas que la iglesia debe observar hasta el regreso de Cristo. Estos no son medios de salvación, sino canales para la gracia santificadora de Dios y para la bendición de los fieles en Cristo Jesús (Mt. 26:26-29, 28:19; Ro. 6:3-11; 1 Co. 11:23-34; 1 P. 3:21).

Creemos en la Segunda Venida literal de Cristo  cuando Él regresará a la tierra personal y visiblemente para consumar su reino. Creemos que la Iglesia será raptada antes de la gran tribulación. También creemos y oramos por una gran cosecha de almas en los últimos tiempos y el levantamiento de una iglesia victoriosa que experimentará unidad, pureza y el poder sin precedentes del Espíritu Santo (Sal. 2:7-9, 22:27-28; Jn. 14:12, 17:20-26; Ro. 11:25-32; 1 Co. 15:20-28, 50-58; Ef. 4:11-16; Flp. 3:20-21; 1 Ts. 4:13-5:11; 2 Ts. 1:3-12; Ap. 7:9-14).

Creemos que Adán fue creado originalmente a imagen de Dios, justo y sin pecado. A consecuencia de su desobediencia la descendencia de Adán es nacida bajo pecado tanto imputado como inherente, y por lo tanto son por naturaleza y selección los hijos de ira, justamente condenados delante de Dios, completamente incapaces de salvarse a sí mismos o de contribuir de alguna manera para ser aceptos delante de Dios (Gé. 1-3; Sal. 51:5; Is. 53:5; Ro. 3:9-18, 5:12-21; Ef. 2:1-3).

Creemos que la iglesia es el instrumento principal a través del cual Dios está cumpliendo sus propósitos redentivos en la tierra.  También afirmamos la importancia de que todo cristiano esté unido y activamente involucrado en una comunidad local de los santos.  (Mt. 16:17-19; Hch. 2:17-18, 42; Ef. 3:14-21, 4:11-16; 1 Ti. 2:11-15; Heb. 10:23-25; 1 P. 2:4-5, 9-10).

Creemos que Dios ha llamado a la Iglesia a predicar el Evangelio a todas las naciones, y especialmente a recordar a los pobres ministrando a sus necesidades a través de las ofrendas y el servicio práctico. Este ministerio es una expresión del corazón del Señor Jesucristo y es parte esencial del reino de Dios (Is. 58:6-12, 61:1; Mt. 5-7, 28:18-20; Lc. 4:18, 21:1-4; Gá. 2:10; 1 Tm. 6:8).

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